Mis primeros discos
EDQYD
1 mayo de 2009
Desde mi llegada a México decidí tener una colección de discos. Los
primeros que compré fueron los cinco discos de 12 pulgadas de la
primera sinfonía de Brahms, grabada por la orquesta NBC, dirigida por
Arturo Toscanini. Los adquirí en una de las sucursales de la
RCA-Victor, que me quedaba cerca del departamento -en la calle Madero
nº.71-. También obtuve un tocadiscos (fonógrafo) rudimentario. Pronto
me percaté que el sonido no era satisfactorio, ni grato al oído. No
pasó mucho tiempo antes de que adquiriera en la Casa Wagner, esquina
de San Juan de Letrán y Artículo, un equipo alemán “Punto Azul”; un
lujoso gabinete que incluía un sintonizador-amplificador, tocadiscos y
varias bocinas. Ahora sí podía disfrutar de la música.
Después de los conciertos de Erich Kleiber busqué algún disco dirigido
por ese director; no lo encontraba hasta que alguien me orientó a
visitar la Casa Veerkamp.
Éste negocio estaba en la calle de Mesones nº.21. Allí fui, bajé por
San Juan de Letrán y después de caminar algunas calles topé con esa
tienda. Era una casona vieja. En el piso principal y superior se
exhibían pianos e instrumentos musicales. En el sótano se encontraba
lo que buscaba. Los discos no estaban a la vista, sino en estantes
detrás de un mostrador atendido por una persona que mostraba a uno
los discos disponibles en unas hojas mecanografiadas. Ya quedaban
pocos, pues no había importación, eran los años de la guerra (1943).
Tenían, mayoritariamente, discos Polydor y Telefunken. Fui varias
veces a Casa Veerkamp y compré varios discos alemanes de esas marcas
que eran de mayor grosor que los Victor o Columbia. Me hice, entre
otros, de tres discos dirigidos por Kleiber: El Moldava, de Smetana,
un Nocturno, (de) Una Noche de Verano de Mendelsohn, y de Rosamunda,
de Schubert, un Entreacto. Además, fue curioso conseguir la sinfonía
nº.40 de Mozart, dirigida, nada menos, que por Richard Strauss.
Me interesé también por discos de otras marcas, RCA Victor, Columbia,
Vox. Perseguía, por decirlo así, una Novena de Beethoven determinada.
La encontré en una tienda de Discos Columbia, de la calle Artículo.
Solamente tenían un ejemplar y el dueño me dijo que lo tenía reservado
a una dependienta de la tienda. Tanto insistí, que el dueño se lo
quitó a la chica ( le vinieron lágrimas) y me vendió el álbum de 8
discos. ¡Qué malévola acción la mía! Pero anhelaba obtener esa
Novena, dirigida por Weingartner, con cantantes- solistas famosos.
Me suscribí a la revista Gramophone de Londres y todos los meses
recibía un resumen de las críticas de las grabaciones nuevas. Y por
medio del Gramophone Shop me enviaron la obra completa para piano de
Beethoven, grabada por Artur Schnabel. Recibí 13 volúmenes (numerosos
discos) de un total de XV, pues el I y II estaban agotados. Un
tesoro.
En 1946 acompañé a mi padre a Nueva York. Vimos en varias ocasiones
a Jascha Horenstein, quién nos comentó que un ingeniero apellidado
Fisher, que fabricaba unos aparatos de amplificación de sonido de los
llamados de Alta Fidelidad, le había regalado uno y decía –Horenstein-
que nunca antes había escuchado un sonido más fiel y puro.
Desde ese momento me propuse poseer uno.
-2-
Mis Primeros Discos
En cuanto me lo permití, ordené un equipo Fisher que me enviaron desde
Nueva York. Llegó, pero ¡oh! contrariedad. Lo detuvieron en la
Aduana del aeropuerto y reclamaban un impuesto del 100%, más el Ad
Valorem. Utópico, había enviado todos mis ahorros. ¿Qué hacer?
Recurrí a Conchita Alsina. Ella fue a ver a la Srita. Muro, de la
Secretaría de Hacienda. Y voilâ, en un pispás, mediante una pequeña
suma a la Aduana recibí el envío. No era un mueble, sino las “tripas”.
Eran tres componentes muy pesados. Un amplificador-radio de bulbos,
el tocadiscos, grande de un metro de largo por cuarenta de ancho. Un
“Lincoln Changer” único, pues en una sección de la parte izquierda se
colocaban los 4. 5 o más discos de una sinfonía, y por succión, un
brazo los tomaba uno a uno, los colocaba en el centro donde
automáticamente bajaba el “pic up” de la aguja; al terminar la primera
cara del disco, lo volteaba, y al final lo depositaba en un
compartimiento del lado derecho. Una maravilla, pues no era necesario
manipularlos. El tercer componente era una bocina de 12 pulgadas con
un “tweter” incluido (Coaxial Speaker). Posteriormente me vendieron
en Trans Radio de la calle de Artículo nº126, un gabinete acústico
marca “Stephens”, (modelo 418-True Soinic), triangular, para ser
colocado en una esquina. Contenía 2 bocinas de 15 pulgadas para los
graves, y un “tweter” para los sonidos agudos. Mayor fidelidad.
Los domingos difundían por la radio, en directo, los conciertos de la
Orquesta Sinfo-Filarmónica de Nueva York. Al principio, a mi llegada,
creo los dirigía John Babirolli (aún no era Sir) que tenía que
soportar a los críticos, mayoritariamente adversos, que lo menos que
le recalcaban era que la orquesta le quedaba grande.
Además, escuchaba buena música por la XELA. Por las tardes, la XEQ
transmitía óperas completas grabadas en los años treinta en Italia,
todas provenientes de La Scala de Milán. Tomé notas de casi todas de
ellas.
En la revista Musical, de abril de 1948, que editaba y distribuida a
sus socios la Asociación Musical Daniel, se dio a conocer “Un invento
revolucionario en la grabación de discos”. Se trataba de los nuevos
discos LP , experimentados en los laboratorios de la Columbia Records,
invención atribuida a Peter Goldmark, sobrino del famoso compositor
vienés del mismo nombre. Pronto, estos discos irrompibles que se
tocaban a una velocidad de 33 1/3 revoluciones por minuto eclipsarian
a los antiguos de 78 r.p.m.
Me aferré por bastante tempo a mis viejos discos, pero llegó el
momento indeseado de deshacerme de ellos. Los vendí con pesar. Todo
llega a su fin.
(de: “Los Años Cuarenta” Una Mirada al Pasado)
Quién desee recibir las listas de “Mis primeros Discos” y “Óperas
escuchadas”, prometo enviarlas.
EDQYD
1 mayo de 2009
Desde mi llegada a México decidí tener una colección de discos. Los
primeros que compré fueron los cinco discos de 12 pulgadas de la
primera sinfonía de Brahms, grabada por la orquesta NBC, dirigida por
Arturo Toscanini. Los adquirí en una de las sucursales de la
RCA-Victor, que me quedaba cerca del departamento -en la calle Madero
nº.71-. También obtuve un tocadiscos (fonógrafo) rudimentario. Pronto
me percaté que el sonido no era satisfactorio, ni grato al oído. No
pasó mucho tiempo antes de que adquiriera en la Casa Wagner, esquina
de San Juan de Letrán y Artículo, un equipo alemán “Punto Azul”; un
lujoso gabinete que incluía un sintonizador-amplificador, tocadiscos y
varias bocinas. Ahora sí podía disfrutar de la música.
Después de los conciertos de Erich Kleiber busqué algún disco dirigido
por ese director; no lo encontraba hasta que alguien me orientó a
visitar la Casa Veerkamp.
Éste negocio estaba en la calle de Mesones nº.21. Allí fui, bajé por
San Juan de Letrán y después de caminar algunas calles topé con esa
tienda. Era una casona vieja. En el piso principal y superior se
exhibían pianos e instrumentos musicales. En el sótano se encontraba
lo que buscaba. Los discos no estaban a la vista, sino en estantes
detrás de un mostrador atendido por una persona que mostraba a uno
los discos disponibles en unas hojas mecanografiadas. Ya quedaban
pocos, pues no había importación, eran los años de la guerra (1943).
Tenían, mayoritariamente, discos Polydor y Telefunken. Fui varias
veces a Casa Veerkamp y compré varios discos alemanes de esas marcas
que eran de mayor grosor que los Victor o Columbia. Me hice, entre
otros, de tres discos dirigidos por Kleiber: El Moldava, de Smetana,
un Nocturno, (de) Una Noche de Verano de Mendelsohn, y de Rosamunda,
de Schubert, un Entreacto. Además, fue curioso conseguir la sinfonía
nº.40 de Mozart, dirigida, nada menos, que por Richard Strauss.
Me interesé también por discos de otras marcas, RCA Victor, Columbia,
Vox. Perseguía, por decirlo así, una Novena de Beethoven determinada.
La encontré en una tienda de Discos Columbia, de la calle Artículo.
Solamente tenían un ejemplar y el dueño me dijo que lo tenía reservado
a una dependienta de la tienda. Tanto insistí, que el dueño se lo
quitó a la chica ( le vinieron lágrimas) y me vendió el álbum de 8
discos. ¡Qué malévola acción la mía! Pero anhelaba obtener esa
Novena, dirigida por Weingartner, con cantantes- solistas famosos.
Me suscribí a la revista Gramophone de Londres y todos los meses
recibía un resumen de las críticas de las grabaciones nuevas. Y por
medio del Gramophone Shop me enviaron la obra completa para piano de
Beethoven, grabada por Artur Schnabel. Recibí 13 volúmenes (numerosos
discos) de un total de XV, pues el I y II estaban agotados. Un
tesoro.
En 1946 acompañé a mi padre a Nueva York. Vimos en varias ocasiones
a Jascha Horenstein, quién nos comentó que un ingeniero apellidado
Fisher, que fabricaba unos aparatos de amplificación de sonido de los
llamados de Alta Fidelidad, le había regalado uno y decía –Horenstein-
que nunca antes había escuchado un sonido más fiel y puro.
Desde ese momento me propuse poseer uno.
-2-
Mis Primeros Discos
En cuanto me lo permití, ordené un equipo Fisher que me enviaron desde
Nueva York. Llegó, pero ¡oh! contrariedad. Lo detuvieron en la
Aduana del aeropuerto y reclamaban un impuesto del 100%, más el Ad
Valorem. Utópico, había enviado todos mis ahorros. ¿Qué hacer?
Recurrí a Conchita Alsina. Ella fue a ver a la Srita. Muro, de la
Secretaría de Hacienda. Y voilâ, en un pispás, mediante una pequeña
suma a la Aduana recibí el envío. No era un mueble, sino las “tripas”.
Eran tres componentes muy pesados. Un amplificador-radio de bulbos,
el tocadiscos, grande de un metro de largo por cuarenta de ancho. Un
“Lincoln Changer” único, pues en una sección de la parte izquierda se
colocaban los 4. 5 o más discos de una sinfonía, y por succión, un
brazo los tomaba uno a uno, los colocaba en el centro donde
automáticamente bajaba el “pic up” de la aguja; al terminar la primera
cara del disco, lo volteaba, y al final lo depositaba en un
compartimiento del lado derecho. Una maravilla, pues no era necesario
manipularlos. El tercer componente era una bocina de 12 pulgadas con
un “tweter” incluido (Coaxial Speaker). Posteriormente me vendieron
en Trans Radio de la calle de Artículo nº126, un gabinete acústico
marca “Stephens”, (modelo 418-True Soinic), triangular, para ser
colocado en una esquina. Contenía 2 bocinas de 15 pulgadas para los
graves, y un “tweter” para los sonidos agudos. Mayor fidelidad.
Los domingos difundían por la radio, en directo, los conciertos de la
Orquesta Sinfo-Filarmónica de Nueva York. Al principio, a mi llegada,
creo los dirigía John Babirolli (aún no era Sir) que tenía que
soportar a los críticos, mayoritariamente adversos, que lo menos que
le recalcaban era que la orquesta le quedaba grande.
Además, escuchaba buena música por la XELA. Por las tardes, la XEQ
transmitía óperas completas grabadas en los años treinta en Italia,
todas provenientes de La Scala de Milán. Tomé notas de casi todas de
ellas.
En la revista Musical, de abril de 1948, que editaba y distribuida a
sus socios la Asociación Musical Daniel, se dio a conocer “Un invento
revolucionario en la grabación de discos”. Se trataba de los nuevos
discos LP , experimentados en los laboratorios de la Columbia Records,
invención atribuida a Peter Goldmark, sobrino del famoso compositor
vienés del mismo nombre. Pronto, estos discos irrompibles que se
tocaban a una velocidad de 33 1/3 revoluciones por minuto eclipsarian
a los antiguos de 78 r.p.m.
Me aferré por bastante tempo a mis viejos discos, pero llegó el
momento indeseado de deshacerme de ellos. Los vendí con pesar. Todo
llega a su fin.
(de: “Los Años Cuarenta” Una Mirada al Pasado)
Quién desee recibir las listas de “Mis primeros Discos” y “Óperas
escuchadas”, prometo enviarlas.
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